La duna 45 del desierto de Namib en Namibia es uno de esos paisajes que un viajero no puede olvidar. La visión de la increíble duna de arena rojiza ubicada en este desierto deja sin aliento a los que llegan hasta tan recóndito rincón de Africa. Pocos paisajes sorprenden tanto en el mundo como una enorme mole de arena de 300 metros de altura. Todo un festín para la vista.
Para disfrutar del mágico amanecer sobre la planicie rojiza, hay que empezar a subir de noche, con linternas, para estar en la cima de la duna 45 en el momento que sale el sol. El día que nosotros subimos se había desatado la noche anterior una tormenta de arena que nos había impedido dormir. Las tiendas de campaña se movían de tal manera que tuvimos que desmontar el campamento, aún de madrugada, y meternos en el camión en espera de que la tormenta remitiese.
A pesar del viento, de la arena y de las dificultades para subir la empinada duna 45, algunos intrépidos del grupo decidimos iniciar el ascenso. El viento nos tiraba hacia atrás y la arena apenas nos permitía ver la luz de nuestros frontales. Pero finalmente, y antes de que saliera el sol, estábamos en la cima… y el viento de repente cesó, el sol salió y el espectáculo fue fascinante.
Después de ver amanecer en lo alto de la duna 45 del desierto de Namib, disfrutamos de las increibles vistas del desierto. Arenas rojas que parecen no tener fin. Dunas que se continuan hasta donde abarca la vista.