Viajar al Tibet, a este escondido lugar del mundo, es algo más que visitar monasterios o ver grandiosos paisajes. Un viaje a Tibet está lleno de sensaciones, de sentimientos encontrados, de fascinación por una cultura tan diferente. Es difícil quedarse indiferente cuando se viven algunos momentos únicos.
Al empezar nuestra ruta por el país, pudimos comprobar que hay dos mundos diferentes viviendo, que no conviviendo, en este territorio. Dos formas de ver la vida, dos culturas enfrentadas. A pocos metros de distancia viven tibetanos y chinos, sin mezclarse, con sus fronteras invisibles bien definidas.
Por un lado, el mundo de los chinos, lleno de tiendas, luces, ruidos, un turismo de masas descontrolado e irrespetuoso y la decoración grotesca de todo lo bello que les rodea. Por otro lado, el mundo de los tibetanos, lleno de espiritualidad budista, de creencias antiguas, de forzada sumisión hacia el invasor chino.
Muchas cosas son las que uno se trae en el recuerdo tras viajar al Tibet, pero estas son algunas de las sensaciones que nosotros nunca podremos olvidad y motivos más que suficientes para recomendar un viaje a Tibet:
1.- El olor a mantequilla de yak que perfuma cada monasterio, cada pequeña o gran sala de oración. Este fuerte olor que proviene de las miles de velas encendidas por los tibetanos que acuden a diario a los templos.

Velas de mantequilla de Yak

Velas de mantequilla de Yak
2.-El sonido de las banderas de oración ondeando al viento, en cada rincón del Tibet. En algunos lugares cientos o miles de banderas llenan el paisaje y suenan como algo mágico en lo alto de las montañas.

Banderas de oración ondeando en el Himalaya
3.- Es increíble ver por primera vez a miles de peregrinos venidos de todos los puntos del país recorriendo con fervor el Kora alrededor del Jokhang, girando sus ruedas de oración. Distintos pueblos, cada uno con sus vestimentas típicas llegan hasta Lhasa para hacer postraciones y visitar este monasterio sagrado.

Jokhang Barkhor
4.- La primera visión inolvidable del Palacio de Potala, donde vivían los Dalai Lama y centro de gobierno tibetano antes de la invasión china. Es un edificio grandioso, majestuoso. Aunque los chinos hayan recurrido a su horrorosa costumbre de ponerle carteles gigantes que afean cualquier edificio, y se empeñen en poner música a volumen muy alto en la plaza que se encuentra justo enfrente. Si consigues abstraerte de esto, podrás contemplar el palacio en todo su esplendor.

Palacio Potala en Lhasa
5.- El potente sonido de los mantras, trompetas y tambores en las pujas es algo que no se puede olvidar. En casi cualquier monasterio se puede disfrutar de este sonido tan atrayente. Los monjes, poseídos por un fervor difícil de entender en occidente, repiten los mantras una y otra vez y se convierten en un sonido que hipnotiza a todo el que lo oye.

Monje tibetano meditando
6.- Tomar té de mantequilla de yak en la cocina de unos monjes retirados en cuevas en la montaña mientras te preguntan en su limitado inglés, si conoces al Dalai Lama, si sabes dónde está y si le has visto alguna vez. Aunque el sabor de este té, en mi opinión, es muy desagradable, la experiencia compensa el esfuerzo de bebérselo.

Mantequilla de yak

Yak en el lago Namtso
7.- Cenar en el comedor de un monasterio rodeado de decenas de monjes preguntándose que hacen dos turistas perdidos en ese lugar tan escondido del mundo.

Monje en Sakya
8.- El color turquesa de los lagos de montaña a más de 4000 metros de altitud

Lago Yamdrok en Tibet
9.- Las maravillosas puertas de los monasterios sorprendentes por su colorido y su belleza.
10.- El contraste entre la devoción de miles de peregrinos tibetanos de todo clase, sexo y edad y los soldados chinos armados con metralletas en los tejados de los edificios frente al Jokahng, vigilantes ante cualquier protesta o insumisión.
11.- La visión del Everest (Qomolagma en tibetano) , el techo del mundo, entre nubes es algo difícil de olvidar.
Como ha dicho el Dalai Lama: « Ve al Tibet y visita muchos lugares, tantos como puedas. Luego, cuéntaselo al mundo».
Si, lugar hermoso, cada paso por cada uno de sus monasterios deja una huella imborrable en tu corazón..E
En cada lugar respiras un ambiente de paz y tranquilidad nunca antes experimentado, relajación, misterios, emociones encontradas, reflexiones. Conjugación de sentimientos encontrados.
Lagos y ríos sagrados, limpios, brillantes, color azul cielo, turquesa, transparentes, en algunos puedes ver claramente su profundidad, hasta la más mínima piedra.
Sus banderas, oraciones directas al cielo ondean suplicantes las peticiones de sus peregrinos.
En tu peregrinar volteas a ver el cielo azul intenso, nubes blancas como algodón y respiras amor, paz compasión, nostalgia por no no pertenecer a ese lugar.
Qué hermoso post! Gracias por la mirada crítica, realmente es un lugar que se debe rescatar antes de morir.
Que lindo lugar. Me transporto a él. Cuanto quisiera visitarlo. ES un monumento y las personas que están cerca de el debe cuidarlo mucho.