En nuestro viaje por Corea del Sur visitamos muchos templos, la mayoría de ellos situados en espesos bosques en las montañas. Algunos muy antiguos como el templo de Magoksa, otros modernos pero muy bonitos como Seokbulsa, e incluso templos solitarios en los que los únicos visitantes fuimos nosotros como el templo Unjusa. Por ello, a la hora de decidir si visitábamos el templo de Haeinsa tuvimos nuestras dudas al ser uno de los más visitados de Corea ya que alberga la Tripitaka coreana. ¿Sería el templo budista de Haeinsa un hervidero de turistas sin especial interés?. Para verlo con nuestros propios ojos nos dirigimos al complejo budista más famoso de Corea del Sur un domingo por la mañana.
El Templo de Haeinsa y la Tripitaka coreana
El templo Haeinsa fue construido en el año 802, aunque a lo largo de su historia ha sufrido numerosas restauraciones. La más importante tuvo lugar a principios del siglo XIX, cuando un incendio destruyó gran parte del complejo budista.
Pero Haeinsa no es famoso por ser un bello templo de montaña, ni por los tesoros que alberga, sino por guardar una de las mayores joyas budistas del mundo, la tripitaka coreana. Esta colección de textos budistas está compuesta por más de 80.000 bloques de madera (81.258 bloques para ser más exactos). Los textos fueron grabados en tablas de madera de magnolio, sumergidas previamente en agua de mar y secadas al sol. El proceso de construcción se inició en 1237 y duró varias décadas. Esas tablas servían luego para imprimir en papel como si de una imprenta se tratase.
Para guardar estas maravillosas obras se construyeron en el siglo XV unos hermosos pabellones con ventanas enrejadas que las preservan del exterior. Estos edificios llevan el nombre de Janggyeong Panjeon y se mantienen intactos hoy en día. La peculiaridad de estos pabellones es que mantienen la humedad precisa que necesitan las tablas de madera para conservarse en buen estado.
La Unesco decidió declarar al templo de Haeinsa Patrimonio de la Humanidad en 1995 debido a la gran importancia cultural e histórica de estos textos y de la estructura que los alberga y preserva.
Nuestra visita al templo budista Haeinsa
Llegamos a Haeinsa en nuestro coche de alquiler desde la ciudad de Gyeongju. El último tramo de carretera hasta el aparcamiento está bordeado de grandes ginkos que ya empiezan a tener un color intensamente amarillo a mitad de Octubre.
Dejamos el coche en un gran parking que está a rebosar. Hoy es domingo, y los coreanos no faltan a su costumbre de salir en tromba los fines de semana para visitar lo mejor de su país. Tras dejar el coche, nos dirigimos hacia el camino que asciende hacia el templo. Son unos 15 minutos de subida por un camino bien marcado. A lo largo del recorrido hay puestos de comida e incluso algún café.
Festival en Haeinsa
Antes de llegar al templo encontramos en una pequeña explanada decenas de fieles con el habitual traje gris de los que se alojan en los templos para hacer retiros espirituales. Todos están haciendo las típicas postraciones budistas sin parar, guiados por un sonido rítmico que sale de unos altavoces. Hace bastante calor, pero los devotos no paran de subir y bajar sin descanso.
Continuamos nuestro camino y tras pasar las tres puertas de acceso al templo llegamos a uno de los patios del complejo. Allí nos espera una gran sorpresa. Hoy están de celebración, no sabemos de qué tipo pero está claro que hay mucha actividad y todo Haeinsa está engalanado. En el primer patio unos monjes están recitando plegarias mientras cientos de fieles recorren una especia de laberinto marcado en el suelo siguiendo a los monjes.
Subimos a la siguiente plaza y la encontramos llena de cintas de cinco colores uniendo los pabellones del templo. Y en medio de la plaza la mayor de las sorpresas… un gran tanka descolgado con la imagen de Buda dibujado en tela. Estos tankas solo se exhiben en momentos especiales y el resto del tiempo están enrollados y se guardan en algún pabellón del templo. Ya habíamos visto este tipo de tankas descolgado en el monasterio de Hemis en Ladakh durante un festival. También en el museo de Seul se puede ver de cerca un gran tanka que pertenecía al templo de Magoksa.
La tripitaka coreana
Continuamos nuestro recorrido por el templo dirigiéndonos hacia los pabellones que albergan la tripitaka coreana. Estas estructuras tienen unas grandes ventanas con distinto tamaño y disposición según el edificio y la pared de que se trate, todo ello para mantener la humedad adecuada para proteger un tesoro tan frágil. No se puede entrar en los pabellones, pero sí ver las tablas de madera a través de las rendijas de las ventanas. Incluso así, sin poder ver de cerca las tablillas de madera, el lugar impresiona.
Tras casi 3 horas disfrutando de uno de los mayores tesoros de Corea del Sur, nos despedimos de Haeinsa para continuar nuestro viaje hacia el norte del país.