Llevábamos ya dos días en Isfahán entusiasmados por todo lo que habíamos visto: la histórica mezquita del viernes (Jameh), el animado bazar, la plaza del Imán (Nash-e Jahan) y la mezquita del Imán sin duda una de las más espectaculares de todo nuestro viaje por Irán. Por eso en este tercer día dudábamos si mantendría nuestro nivel de entusiasmo ya que lo íbamos a dedicar a visitar la zona sur de la plaza de Isfahan, con el cercano palacio Chehel Sotoun o de las 40 columnas, los puentes Khaju y Si O Seh Pol que cruzan el río Zayandeh y el barrio Jolfa donde está la catedral de Vank una iglesia cristiana de origen armenio que destaca en una república islámica como es Irán. Pero vayamos por partes con nuestro día.
1.- El palacio Chehel Sotoun o palacio de las 40 columnas
El palacio Chehel Sotoun, al igual que el Ali Qapu, fue construido por Shah Abbas I en el siglo XVII, en esta ocasión para ser utilizada como sala de recepción por lo que ambos palacios están muy próximos.
Tras pagar el ticket de entrada, accedemos a los enormes jardines que ocupan 67000 m2 y donde los árboles aportan sombra y un gran estanque refresca el ambiente. Al final del jardín se levanta el edificio del palacio Chehel Sotoun, patrimonio de la Humanidad desde 2011, y lo primero que vemos es una gran terraza con un techo cubierto de espejos y sustentado por 20 enormes columnas de madera. ¿Pero no se llamaba “palacio de las 40 columnas”?…si vemos la terraza desde el jardín, al reflejarse en el agua aparenta tener 40 columnas, de ahí el nombre.
Entramos en el palacio, en una diáfana sala central cuyas paredes están completamente adornadas con hermosas pinturas al fresco que principalmente representan momentos de la vida de la corte del Sha y escenas de guerra. Hay además dos salas accesorias también con pinturas pero no podemos acceder por estar en restauración…a ver como quedan después.
Tras ver el interior del palacio Chehel Sotoun rodeamos el edificio del palacio donde encontramos dos terrazas laterales con paredes también adornadas con pinturas al fresco y un pequeño estante en la parte posterior, desde donde disfrutamos del reflejo aunque no se vean las 20 columnas.
Visita de pago
2.- El palacio Hasth Behesht o de los 8 paraísos
Se trata de un pequeño edificio octogonal construido en el siglo XVII, rodeado por un enorme jardín al que es gratis acceder y pasear, algo que los iraníes suelen hacer con frecuencia. Sin embargo el palacio estaba cerrrado cuando fuimos, si bien ya lo habíamos descartado previamente, ya que el pago de la entrada no justifica lo que luego ves dentro.
El jardín, es agradable pero no tiene nada que resaltar y que lo haga imprescindible en nuestra opinión.
3.- La madraza Chahar Bagh
Como estaba de camino entre el palacio Hasth y el puente Si O-Se Pol, y en algunas guías aparecía como destacable decidimos acercarnos y lo que nos encontramos fue un edificio feo con una cúpula sin nada destacable. No merece la pena ni caminar hasta allí.
4.- El puente Si O-Se Pol o puente de los 33 arcos
Bajamos caminando por la avenida principal que comunica la gran plaza de Isfahan con el río Zayandeh. Justo al final de esa avenida está el puente Si O-Se Pol, un puente construido en piedra en el año 1602 y formado por 33 arcos idénticos sin ningún otro elemento que corte la repetición y ritmo arquitectónico.
Cuando nos acercamos, llevábamos en la cabeza la imagen que tantas veces habíamos visto en fotografías del puente reflejando sus arcos en las aguas del río. Nuestra sorpresa y decepción fue mayúscula cuando vimos que el río estaba completamente seco. No quedando el más mínimo resto de agua en un lecho ocupado por piedras y tierra reseca y resquebrajada. Al parecer este río solo tiene agua determinados meses al año y no habíamos tenido suerte.
Quizás por ello el puente no nos pareció tan sorprendente como para ser un icono de Isfahan.
5.- El barrio Jolfa y la catedral Vank
El barrio de Jolfa, al sur del río Zayandeh, se encuentra un poco apartado del centro. A pesar de ello decidimos visitarlo y la verdad es que el barrio nos encantó. Primero porque en el barrio se respira un aire más progresista que otros lugares de Isfahán. Segundo porque hay una gran cantidad de bonitos cafés con aire moderno en el que sentarse y disfrutar con calma de tan delicioso brebaje. Tercero por su fantástica catedral cristiana de Vank o Del Salvador.
A finales del siglo XVI, en tiempos del Sha Abbas I, una gran colonia de cristianos armenios se estableció en esta parte de Isfahán, donde permanecen desde entonces. Por ese motivo en el barrio Jolfa existen varias iglesias como las de San Mary y Beitlahm (una la encontramos cerrada y a la otra no accedimos porque nos dijeron no había nada de interés) y una espectacular catedral la llamada Catedral de Vank.
Cuando llegamos a la catedral Vank nos sorprende por su tamaño, más pequeño de lo que podríamos esperar para una catedral, y por su sencillez exterior ya que no tiene grandes adornos como tienen las catedrales europeas a las que estamos acostumbrados, tan solo un campanario frente a la puerta principal. Sin embargo una vez dentro (es de pago) la sala nos sorprende por sus fantásticas pinturas al fresco que recrean diversos episodios bíblicos y que cubren completamente paredes y techos, sin dejar un centímetro sin decorar. Sin duda no nos equivocamos al ir.
Antes de abandonar el recinto nos acercamos al museo armenio, un edificio adyacente que también está incluido en el precio de la entrada, y en el que muestran diversos objetos armenios, algunos muy curiosos, como un diminuto libro de no más de medio centímetro y un pelo en el que hay escrita una frase, que para poder leerla lo hicimos utilizando un microscopio…
Visita de pago
6.- Puente Khaju
Tras visitar el barrio Jolfa vamos hasta el puente Khaju construido en 1652, también de piedra como el Si O-Se Pol. Sin embargo éste nos gustó mucho más, ya que tiene algunas estructuras que rompen el ritmo del puente. En teoría había una casa de té en la parte inferior del puente, pero solo hallamos una pequeña tienda de libros.
Como curiosidad, cuando fuimos era viernes por la tarde y había pequeños grupos de hombres entonando canciones en la parte baja del puente. Es habitual que se reúnan allí para cantar, por la buena acústica del lugar. Nos sentamos y disfrutamos un rato del curioso momento.
Por la noche sabíamos que lo iluminaban y por esos habíamos ido a última hora del día. Sin embargo el hecho de que el río no tuviera ni una gota de agua, hacía que le faltase algo.